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Rachelinlondon

Lauri in London.

Lauri in London.

En marzo tuvimos una visita: la Lauri.

Sí, mi Lauriana de mi vida y de mi corazón vino a vernos un fin de semana. Fin de semana que aprovechó para sentirse otra vez una. Una sola, no una con apéndice (marido) y apendicitos (que no apendicitis, que eso es una enfermedad y los apendicitos de mi hermana no son ningún mal, aunque a veces nos entren ganas de matarlos) (Joan y Manel), y pudo volver a recuperar algunos de los lujos de la vida, que los tenía bastante olvidados. Lujos que listo a continuación:

-Preocuparse única y exclusivamente de SU higiene corporal (Nada de cambios de pañales, limpiadas de orejas, manos, bocas y/o narices, ni llamadas de ayuda tras una visita al baño. No, ni el Javi ni yo de momento necesitamos ayuda para eso.)

-Fumar cuando y donde a una le venga en gana. (Ni salidas a balcones (que no los hay aquí), ni cigarros quemalabios apurados de pie en la cocina con culpabilidad)

-Dormir a horas adultas, decididas por voluntad propia (no por pequeños bultos cagones y consentidos que deciden que a las ocho ya se acabó el día, y mami vente conmigo a la cama que si no no duermo.)

-Ver en la tele una película, también de adultos, y sin interrupciones (Nada de Peter Pan o los Tweenies en compulsivas sesiones repetitivas.) (Sobre esto de ver películas hay una anécdota graciosísima, pero por respeto a mi fraterna quedará en un estricto plano personal entre ella, mi marido y yo.)

-Comer sentada a la mesa, disfrutando del ágape. (No de pie en la cocina (parece ser que cuando tienes hijos la cocina pasa a ser un sitio habitual, pero sólo asociado a prisas, sacrificios y estrés), corriendo por la casa detrás del apendicito # 2 ó de medio lado en la mesa intentando que el apendicito # 1 deje de mirar la tele y mire hacia ti y tu mano contenedora de tenedores.)

-Pasear. Pero pasear para ver cosas, ir a comer o de tiendas, o simplemente pasear porque que una le apetece. (No se considera pasear el camino de casa al parque, el camino de casa al cole, ni el camino del cole a casa de un amiguito de algún apendicito (normalmente el apendicito #1) a tomar café con leche entre gritos, patadas, puñetazos y entretenimientos varios de los apendicitos propios y los que pone la anfitriona.)

Así que, aunque la pegamos un pasote de andar que seguro que le estuvieron latiendo las ampollas de los pies una semana después de irse de aquí (Mira, sobre los pies de la Lauriana también tengo anécdota y, también, os vais a quedar con las ganas de saber), la experiencia la relajó, la desestresó y, seguramente, la hizo recordar que, aparte de madre y esposa, es persona.

Como que jura y rejura a quien quiera oírla que el año que viene repite.

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